domingo, 16 de diciembre de 2007

NOÉ ZAYAS: Cuentos breves, brevísimos...


El pájaro de acero
Se retiró a ocho o diez metros. Luego se avalanzó contra el muro de cristal que divide el mundo en dos pedazos. Sus tonos azules mancharon todo el piso. Allí quedó el rebullir de plumas que se vieron caer con una lentitud que atormentaba a los transeúntes. Allí también, a un lado y con la misma lentitud, cayó la nota. No he tenido paz, desde que Galsin, con la intención de hacer un bien, intentó liberarme dándose un tiro en la cabeza. Su imprecisión, sea por borrachera o por la agonía de sus crisis existenciales, me dio esta invalidez con la que he vivido durante todos estos años. Digo, si es vivir arrastrarse por el mundo a merced de un favor ¡Qué libertad la mía! A todo esto se le añade mi más viejo mal, mi tormento, este pájaro de acero que taladra mi cerebro pidiendo su libertad. Con esto, digo adiós a mi invalidez. Y dejo libre al pájaro de acero.
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El soñador


Aquella mañana despertó del sueño en que era apuñalado por su esposa, para inmediatamente descubrir al hombre, que dirigiéndose hacia él, descargaba el revólver en su pecho. No se sorprendió. Como no lo sorprendía ninguno de los sueños en que constantemente era matado por algo o por alguien. Fue en esa misma mañana; dirigiéndose al trabajo, cuando cruzaba la avenida Libertad que vio, sin duda que lo vio, aquel Mercedes Benz rosado que se dirigía hacia él. Por un breve momento lo atormentó la duda. Pero ésta se disipó con la conciencia de que esto no era más que otro de sus sueños y siguió caminando. Pero esta vez todo fue distinto.
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La promesa
Cuando la pólvora le comió los ojos, incidente que ocurrió por su propio descuido y su manía de fumar violando la advertencia que anunciaba peligro, corrió como loco a tientas, corriendo el riesgo de ser atrapado por sus enemigos o alcanzado por las balas de su propia artillería. Pero un robusto árbol lo tiró de bruces al suelo. Allí empezó a soñar: cruzaba hacia el parque bajo la llovizna casi mecánica. Se internó en el pequeño bosque, y descubrió aquel árbol de flores amarillas y gigantes. Fue cuando recordó aquel pacto que había hecho con su abuelo, de juntarse con él para continuar la lectura de Las Mil y una Noches, que se había truncado abruptamente en la noche 882, por el estado de gravedad del abuelo y por su posterior muerte ¿Pero cómo había olvidado aquello del abuelo? El trajín de su vida, sus graves compromisos militares: “Cuando veas un árbol de flores amarillas y gigantes -le dijo-, ahí, justo ahí te detienes, no te muevas, porque podrías perderte para siempre.” Y así fue como se dejó atrapar pendejamente, tirado en el tronco de aquel árbol para luego ser fusilado. ¿Dónde está el lindero?Nadie sospecharía lo fácil que perdí este brazo. Había insistido en que ese lindero que dividía mi patio con el de Tulio estaba donde tenía que estar. Pero cuando a Berta le coge con algo, es obsesiva. Luego de meses de discusiones en las que nunca se llegó a un acuerdo, y que continuaban a pesar de mi insistencia con Berta de que dejáramos eso así. Porque yo sabía, como lo sabía ella, que ese aguacate siempre estuvo de aquel lado. Ese día fue él, Tulio, quien nos llamó, y digo esto porque la que empezaba las discusiones con una necedad que rayaba en lo absurdo era Berta. Y podría decir que lo que pasó se le puede agradecer a ella. Pues, el Tulio, nos llamó, y dijo, con un machete en la mano, al cual no puse asunto porque él siempre carga uno: “Vengan ustedes mismos que son los afectados y muéstrenme el lindero.” Pensé decir la verdad; decir que ese lindero estaba bien, pero por temor a Berta no lo hice. “Ahí,” señalé con el brazo extendido como dos pulgadas más allá del aguacate, y él, que me echa el brazo abajo de un solo tajo. Yo debí dejar que señalara ella.
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La pasión de dudar
Siempre me acusaron de ser un optimista que rayaba en lo enfermizo. Nunca acepté la realidad así de tajo. Si despido ese mal olor que ni yo soporto y se me está poniendo la carne blandita, hecho del que me doy cuenta cuando tengo que rascarme, ya sea porque me pique un insecto o si me come, porque me come que se me quedan pedazos de carne en las uñas, me digo que todo no es más que una ilusión. Lo que me asusta, lo confieso, es cuando no puedo moverme, y casi llego a convencerme de que sí, de que estoy muerto, o si no, casi muerto.
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La piedra

A Sixto Gavín, dirigente estudiantil


Ese agujero perfecto lo hizo el agua. La piedra nunca sospechó que le haría tanto mal el ser estática, ni que esa gota de agua que al principio le acariciaba su estructura le hiciera tanto daño. Es por eso que agradece a Sixto, quien la movió del lugar para tirarla a un policía.
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Vida trunca



Nadie recordará el día que fuiste campeón dos veces. Era un pueblo pequeño, ese pueblo donde hoy vivimos aquellos que éramos niños entonces. Y es difícil reconstruir, recordar, ¿cómo reconstruiremos el mundo sin andamios, sin zapateros y albañiles suicidas, sin tapiceros que nos cubran el rostro con sutiles lienzos de sangre y oro? La plaza redonda donde te coronaste, ganándoles primero al Santiaguero y luego al Capitaleño; aquel negro de Barahona que era un azote en el país y que tú te llevaste en el tercer round. Ahora es una porqueriza, enjambre de tecatos, dado a la juglería, en los deseos en que participa la carne apeteciéndose o en la devoción del cuchillo en sus viajes hacia dentro. ¡Quién creería que kin Ñanquí, ese muchacho que estaba noqueado por el hambre, se repusiera, para dar esa pelea!Fue en la celebración, siempre se te dijo que Pérez Nao andaba detrás de esa muchacha, que no te echaras a perder así, que un cuero es un cuero. Sabemos, todos lo saben, pero nadie dice esta boca es mía, que el general te golpeó hasta removerte los sesos; y aunque quedaste loco, detrás de ti andaba siempre el jeep de la policía, lento como jicotea o sombra convidada a funerales ciegos, entre mansos regimientos de enanos enfermizos, devorando la alegría como fervientes animales del miedo.- ¡Qué bota más dura la del general!- Es que tiene un casquete de bronce en la punta Nota: Si alguien ve a Kin Ñanguí, por favor, dígale que Jimmy Carter es premio Nobel de la paz, y que J. Balaguer es Padre de la democracia. De Pérez Nao no se sabe nada.
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Paisaje del hospital X

Ese bulto a orillas del camastro es mi hijo, nacido muerto. Aquella doctora que le grita al doctor lo sabe todo; ella me atendió toda la noche mientras lo esperábamos. Aquel descamisado que golpea el policía es mi marido, le golpea porque está prohibido gritar en el hospital. Él le explica que llora y hace rabieta porque no puede contener la sangre en su cuerpo y sólo se alivia dando gritos. Pero el policía le dice que no importa, que de todas formas allí no se puede llorar. Yo estoy callada, no porque así lo deseo, sino porque ocho horas de dolor y espera me han dejado sin fuerza para nada. Qué más, siempre habrá una luz al fondo, y un pasillo de paredes lamosas por donde corren con uno, mientras un grupo de enfermeras le corcutean las venas. El dice que no llegó a tiempo porque se estaba bebiendo unos tragos y que él no está para salir corriendo porque a alguien se le haya antojado parir a esa hora de la noche. Los diálogos se van poniendo agudos, como llanto de cerdo al sacrificio, ya no puedo sostener mis sentidos despiertos. Todo se me vuelve oscuridad.
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La perspectiva del sueño en la realidad inconstante

No era un sueño, ni una alucinación, ni un extravío de la mente. Era, indudablemente su cuerpo, lacerado; uno que otros perros ladrándole a él, no a su cuerpo, y el ruido de un vehículo que huía. __________________________________________________________
Estrategia del cazador de sombras


Iluminada, la sombra cae de bruces sobre el agua.
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Pesimismo del árbol


No avanza, sabe que el horizonte es otro engaño.
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La maldición del perro en luna llena


En la mañana, el perro nota que efectivamente la luna, temiendo a su represalia, había huido; se calla, y fielmente recoge de nuevo sus ladridos.

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Noé Zayas es escritor y uno de los animadores culturales más importantes de San Francisco de Macorís, ciudad en la que nació en 1969. Es psicólogo clínico por la Universidad Católica del Cibao y posee un postgrado en Gestión y Administración Cultural por la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Es miembro fundador del Teatro Yocahu, fundó el Teatro Kábala y el Teatro del CURNE.
Su poesía ha sido premiada en los certámenes de la Alianza Cibaeña, la Universidad Católica Nordestana y la UASD. Su libro de relatos "Trapecio" le mereció el premio nacional de cuentos "José Ramón López" en su versión del año 2006. Poemas suyos han sido publicados en antologías y suplementos culturales del país. Ha publicado en poesía “La trama ciega” y en narrativa “Cieno”. Es el compilador de la Antología SAFO que contiene textos de las más recientes poetas de República Dominicana y el libro de cuentos "Trapecio".

Es el director general de la Editora Angeles de Fierro.

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